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Alberto Roth: de colono a ecologista

"Querida Misiones: Hermosa ¿Es posible escribirte? Tú sabes, que de 76 años he vivido contigo 52. Nos conocemos. Me conoces. Te conozco. Pero hay mucho más: me amas. Te amo. ¿De cuántos peligros me salvó Dios, dentro de tu maravilloso seno misionero? Te doy gracias. Te amo. Sí querida, aún te quiero como el primer día. Aún te admiro, querida Misiones, hermosa [...]".

"Querida Misiones, hermosa. Primera carta. Introducción. 7 de enero de 1978", (Roth, 1980:25)

Querida Misiones, hermosa fue el título de la columna que Alberto Roth escribió semanalmente en este diario entre 1978 y 1984, justo antes de comenzar su camino hacia la ceguera a los 76 años. Nacido en Basilea, Suiza en 1901, fue el benjamín de su familia. Quedó huérfano a una edad temprana: su padre Heinrich falleció cuando él era un niño y, poco después, su madre, María Amelia Wartner. Esta orfandad marcó su personalidad, y las secuelas económicas y políticas de la Primera Guerra Mundial en su país natal lo afectaron profundamente. Encontró refugio en la familia Würgler.

Alberto se dedicó a trabajar y estudiar administración, mientras matizaba sus días participando en caminatas alpinas organizadas por la Wandervogel, una organización juvenil que promovía un estilo de vida pacifista, naturalista e internacionalista como respuesta a la feroz industrialización de Europa en aquel entonces. Estos recorridos afirmaron su espíritu y definieron su vocación de agricultor y jardinero. Renunció a su trabajo y se empleó en la granja de Jakob Sulzer en Riehen. Poco a poco, superó prejuicios y tomó cursos en el Instituto de Enseñanza para Horticultura y Fruticultura. En 1923, se perfeccionó en el Instituto de Enseñanza y Experimentación de Cultivos con Fresadora en una finca educativa de la empresa Siemens, ubicada en Straelen, Renania del Norte, Westfalia, Alemania.

En esta etapa, su amistad con Max Tepp, Heinrich Vogeler y el germano-argentino Silvio Gesell le abrió la mente y forjó en él el sueño de poseer una pequeña propiedad sustentable. Con pocas pertenencias, emprendió su viaje a Argentina, acompañado por Margaretha Gritli Würgler. Fueron veintiocho días en barco, suficientes para aprender los rudimentos del idioma castellano. Aunque desembarcó enfermo y le recomendaron regresar a Suiza, sus firmes convicciones lo llevaron a conseguir un empleo en Córdoba. Posteriormente, se casó con Gritli, compraron un lote en Santo Pipó y se instalaron en Misiones en 1925.

La tierra colorada lo deslumbró y desafió, y comenzó su producción de yerba mate. Al poner en práctica sus conocimientos académicos, tomó conciencia de los problemas de los suelos misioneros y las consecuencias de la erosión. Aunque en esa época se conocía el concepto de ecología, este aún estaba lejos de ser popular o aplicable a nivel nacional. Sin embargo, Alberto Roth implementó estos principios en su chacra.

En Roapipó, la tierra se movía lo menos posible; no se practicaba el rozado, se rotaban los cultivos y se cuidaban los yuyos, especialmente en invierno. Cultivaba porotos y cítricos en los yerbales, criaba ganado para aprovechar el estiércol y plantaba árboles nativos. También se dedicó a la protección de las especies arbóreas que crecían en las riberas de arroyos y humedales. Aquellos que lo conocieron recordaron su frase: “Recuerda que la tierra no heredaste de tus padres, la recibes prestada de tus nietos”.

Alberto fue padre de Felicitas y Annelies, construyó su primer barbacuá en 1931 y, junto a su cuñado Paul Würgler, fundó en 1395 Roth y Würgler S.R.L., una empresa modelo que contaba con un molino de yerba propio y la marca comercial orgánica Roapipó, que salió a la venta en 1938. Al mismo tiempo, perfeccionó su método de conservación del suelo y la lombricultura. Más adelante, incursionó en la producción de tung y comenzó a imaginar un instituto escolar agrotécnico en la zona.

El 11 de junio de 1951, falleció Gritli, lo que hizo que la chacra pareciera más grande y los días, interminables. Volvió a Basilea, a sus raíces, y con el tiempo la pena se diluyó con la compañía de Clemi —Clémence, hermana de su difunta esposa—, con quien se casó poco después.

A finales de la década de 1950, Roth recibió en su casa al “padre de la conservación del suelo”, el norteamericano Hugh Bennett. De sus manos recibió un primer reconocimiento a un cuarto de siglo de trabajo arduo y fructífero: una medalla de oro que galardonaba al "Mejor conservacionista de suelos al Sur del Rio Grande". Al año siguiente, llegó otro reconocimiento, otorgado por la Universidad del Noreste, un galardón “al mérito agrícola”.

Fue cofundador y docente en los primeros años del Instituto Línea Cuchilla, que tanto había soñado, y puso especial énfasis en la producción de material didáctico para los alumnos.

Hay mucho más que contar sobre Alberto Roth, multipremiado y reconocido a nivel regional, nacional e internacional, escritor, investigador y ensayista. Falleció el 8 de octubre de 1985 en Santo Pipó, a los 84 años. Dos años antes, Clemi había fallecido.

En 1988, el Concejo Deliberante de Posadas nombró “Alberto Roth” al Jardín Botánico; en Garupá, una avenida lleva su nombre, al igual que la biblioteca de la Escuela N° 140.

Cuando el concepto de ecología era pura teoría, y la producción se basaba más en la depredación que en la preservación, Alberto Roth vivió, trabajó y legó de acuerdo con sus convicciones y principios. Una fundación perpetúa su nombre y legado, y en la fecha de su partida, la Cámara de Representantes instituyó el Día Provincial de la Conservación del Suelo Misionero.

No permitamos que se lleve el viento tanta experiencia y tanto trabajo; busquemos a estos adelantados en la memoria de las picadas desdibujadas y en el monte devastado.

En sus palabras: “A partir de enero de 1978, publico quincenalmente mis cartas misioneras, las cuales luego se recopilaron en dos libros. El gobierno me apoya, me reconoce, pero al mismo tiempo permite y hasta promueve el sacrificio de las últimas áreas boscosas y los últimos ejemplares de especies arbóreas que corren el peligro de ser exterminados. El sistema de obraje, que permite la explotación de árboles en terrenos arrendados, hace que desde lejos parezcan bosque, pero en realidad ya no lo son, porque carecen de los árboles”.

Silvia Gómez (2022, 12 de agosto). “Querida Misiones, hermosa” (Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces). El Territorio. https://www.elterritorio.com.ar/noticias/2022/08/12/757963-querida-misiones-hermosa